
El objeto ya es un recuerdo. Sólo queda de él un trozo de cemento que también se transforma en recuerdo, y ese recuerdo al transcurrir el tiempo e ir olvidándolo, va perdiendo presencia, materia, y se va haciendo más y más materialmente insustancial, va perdiendo forma en nuestra memoria, hasta que sólo quedan de él jirones que se desvanecen para siempre
Roland Barthes en su obra “La cámara lúcida” se refiere a unas fotos de su madre y como el olvido va borrando esos apreciados recuerdos.
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